¡Oh capitán, mi capitán!
En 2015 decidí que en algún momento de mi vida iba a ser profesor. Estaba en noveno año de secundaria y la profesora de Español nos dejó de tarea hacer un periódico. Uno de los artículos que planeaba escribir trataba sobre los libros que debíamos leer en clase. En ese entonces tenía que leer Don Quijote de la Mancha , una lectura obligatoria que me indignaba profundamente. Un día después de clase me acerqué a otra profesora de Español, Silvia, y le planteé mi molestia. Ella me explicó que ese tipo de decisiones eran tomadas por personas que, en su mayoría, nunca habían pisado un aula. En ese momento pensé que se refería a quienes no eran profesores, pero con el tiempo me he preguntado si, de hecho, se refería también a quienes, como los responsables del Ministerio de Educación, parecen nunca haber estudiado o desconocer la realidad del sistema educativo costarricense. Esa conversación me marcó. Me di cuenta de lo mal que se gestionaba la educación en el país y sentí una necesidad ...